FABULEJA
Era como soñar.
Jugar era un derroche de imágenes y sonidos envueltos en finos hilos de un largo humo gris perla.
Era como soñar. Soñar despierto.
Volaba.
Yo volaba. O al menos tenía esa sensación de la nada convertida en algo debajo de mis pies. Tal vez en verdad estaba soñando. Y volaba.
Yo volaba.
Era un hombre que jugaba a volar.
Era un nene que soñaba jugar. Y volaban.
Los dos volaban.
Y nunca más estuvo solo.
Era como soñar.
Amarileja:
Hay que saber jugar.
Celesleja:
Hay que saber volar.
Rosaleja:
Hay que saber soñar.
Jugar era un derroche de imágenes y sonidos envueltos en finos hilos de un largo humo gris perla.
Era como soñar. Soñar despierto.
Volaba.
Yo volaba. O al menos tenía esa sensación de la nada convertida en algo debajo de mis pies. Tal vez en verdad estaba soñando. Y volaba.
Yo volaba.
Era un hombre que jugaba a volar.
Era un nene que soñaba jugar. Y volaban.
Los dos volaban.
Y nunca más estuvo solo.
Era como soñar.
Amarileja:
Hay que saber jugar.
Celesleja:
Hay que saber volar.
Rosaleja:
Hay que saber soñar.
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